La seguridad no se adquiere sólo porque nos dicen; vos podes! Las palabras no alcanzan. La autoestima se construye con los gestos y los tiempos.
Suele ocurrir que muchos adultos se tornan exigentes con sus hijos y parecieran olvidar que son personas con sus tiempos. A veces se observa cara de fastidio de un padre cuando el hijo pequeño tarda en vestirse, otras veces no se le da importancia a lo que dicen y se convierten en personas dependientes.
Si no son debidamente valoradas, van creciendo con la idea que le dan los adultos que los rodean, sienten que no son capaces de hacer lo que los demás esperan que haga.
Si por el contrario, son tratados como los únicos importantes serán adultos desubicados.
“La autoestima del hijo, primero está en la mente de los padres, en la forma de escucharlos, respetarlos, darles el tiempo que necesitan, que nunca es igual al de los adultos”.
El equilibrio entre el tiempo de los niños y el de los mayores se va adquiriendo en el hacer cotidiano y es muy importante la reacción que tengamos frente a ellos, somos su espejo y en las emociones interpretan lo que verdaderamente sentimos.
Llamarle la atención a un hijo en público no es positivo, decirle todos se reirán de vos, no construye.
De este modo sólo pondrán atención en el qué dirán y no en ellos mismos. Esto no significa estar aislados de los otros pero tampoco hace falta buscar la aprobación ajena para sentirse valorado.
En síntesis, seamos cuidadosos de las formas en que enviamos el mensaje que no llega sólo a través de las palabras sino de todo el cuerpo.
Es fundamental desarrollar y valorar la iniciativa y la creatividad y respetar los tiempos para lograr acrecentar la autoestima desde pequeños.
Bibliografía: Hijos difíciles, Padres desorientados… (de Eva Rotemberg)