Nadie se siente seguro porque los padres le digan “¡vos podés!”. La autoestima se construye sin palabras, con los gestos, los tiempos.
Los niños son personas. Parecería innecesario aclararlo, pero muchos adultos consideran que todo lo de sus hijos los califica a ellos como personas. Generándoles así mucha exigencia a ser perfectos, esto a veces funciona como una autorización al abuso de poder.
Muchas veces los padres no le dan crédito a lo que dicen sus hijos, o los tratan sin prestarles mucha atención. Los niños son personas cautivas que dependen totalmente de los adultos que se ocupan de ellos. Si no son valorados o tenidos en cuenta, van armándose internamente con la idea que le dan esos adultos, porque ellos representan la verdad. Pero si por el contrario, son tratados como los únicos importantes en la casa, serán adultos desubicados, porque se los cría engañándolos, todos son importantes, no sólo ellos. Es muy positivo favorecer y valorar la iniciativa y la creatividad de los hijos.
La autoestima del hijo, primero está en la mente de los padres, en la forma de escucharlos, de mirarlos, de respetarlos, de darles el tiempo que necesitan para que puedan intentar ellos lo que tratan de lograr, tiempo que nunca es igual al de los adultos.
El niño necesita más tiempo que un adulto para ponerse en movimiento. Los tiempos en la infancia y en la vida adulta, son diferentes. Siempre se internaliza lo que se siente, no lo que le dicen. Surge un problema cuando los padres se dan cuenta de que el niño necesita otro tiempo pero están ansiosos y nerviosos que no se lo pueden respetar.
En este caso, son los padres quienes tendrían que conectarse con esa dificultad, poder cuestionarse y en tal caso recurrir a ayuda, sin apurar a los hijos.
La relación entre el tiempo de los padres y el tiempo de los hijos, se desarrolla en la cotidianeidad e implica puntos de equilibrio. Los padres son el primer espejo del modo en que el hijo se mirará a sí mismo.
Primero se ven en la mirada de la madre y el padre, en sus gestos, aprobación, confianza, fastidio o enfado. Estas emociones, si son reiteradas, van configurando un modo de sentir y de pensarse a sí mismo. Darse cuenta de lo que a uno le pasa es fundamental, aunque aun no sepa cómo modificarlo.
Seguramente esta mamá o ciertos padres, no confían en ellos mismos. Para revertir esto, probablemente precisen ayuda.