Toda la metamorfosis interna y externa que se da entre los 9 y los 11 años produce inevitablemente una baja en el rendimiento escolar. Son pocos los que logran mantenerse centrados e interpretar el valor del esfuerzo.
Les cuesta retener la información y se olvidan con frecuencia lo investigado.
Lo más importante para ayudarlos es conocer su desempeño y recalcar el valor de la perseverancia y la responsabilidad. No podemos decir ya es grande puede arreglarse solo porque no puede y luego los resultados están a la vista.
No es para nada conveniente que pase periodos extensos frente a las pantallas (una hora máxima), el resto del tiempo libre habrá que ocuparlo en potenciar otros talentos que uno puede ir descubriendo. Algunos podrían estar relacionados con el deporte, las artes, los oficios.
Este periodo es fundamental para reforzar la relación entre hermanos. Si no se hace, será muy difícil que en la adolescencia logre una relación sólida y profunda.
No nos alarmemos si se producen peleas, siempre va a haber pero que sea dentro de un marco de afecto que la familia ha establecido.
Plantean con frecuencia que se aburren, no están habituados a inventar cosas, juegos, etc. No por ello habrá que sacarlos al shopping o a la casa de comidas rápidas.
Necesitan aprender que pueden divertirse solos o con otros
Otro aspecto importante es que libertades les damos. No puede haber libertad sin responsabilidad. Tienen obligaciones que cumplir y los permisos concedidos deben estar relacionados con los merecidos.
No corresponde que durante la semana se acuesten tarde o justifiquen incumplimientos escolares por fiestas o reuniones familiares o con amigos.
La misión de esta edad es aceptar el proceso de cambio, aprender a relacionarse con los otros en forma fluida y no disminuir el rendimiento académico.
BIBLIOGRAFIA DE CONSULTA
“NO QUIERO CRECER”
Autor: Pilar Sordo