La flexibilidad es una virtud que actualmente está bien considerada en la sociedad porque se la relaciona con el “dejarse llevar” pero así entendida no tiene sentido.
Para ser flexibles hace falta tener criterios y saber reflexionar para relacionar la actividad cotidiana con ellos.
Esta virtud tiene sentido como otras cuando apunta a la búsqueda de la verdad y del bien.
Flexibilidad significa escuchar, no solo las palabras, sino más bien escuchar detrás para aprender de otras personas, para aprender en nuevas situaciones, para convivir alegremente, para adaptarnos a los criterios que rigen nuestra vida.
Esto no significa que debamos escuchar o compartir cualquier tontería, es lícito exigir que los demás aporten sus mejores ideas.
Los niños pequeños tienen que aprender a manejarse con soltura con otras personas y por eso es conveniente que tengan amigos, que los visiten y que aprendan que en cada familia existen comportamientos y reglas diferentes para aprender a distinguir entre esos modos diferentes de vida a los que habrá que adaptarse y reglas básicas que no deben transgredir.
A medida que crecen irán aprendiendo a relacionarse con los demás con flexibilidad, atendiendo a las diversidades y en este sentido esto está relacionado con la virtud del respeto.
También se les irá enseñando a no estar atados a lo opinable y superficial y para lograrlo necesitaran desarrollar una actitud crítica.
Especialmente en la adolescencia habría que enseñarle a matizar en sus opiniones y ver que quizá no tienen razón en algunas afirmaciones. Necesitan reconocer que pueden aprender de los demás.
Los padres tendrán que orientarlos sobre lo que es opinable y sobre lo que no lo es, mostrando con su ejemplo gran flexibilidad en lo discutible y firmeza total en lo seguro.
Educar las virtudes humanas
De David Isaacs