Es común escuchar que los padres buscan para sus hijos una escuela libre, abierta y que pueda contenerlos. También hay un buen número de padres que pueden sentir la necesidad de que las normas no fuesen impuestas sino dialogadas.
Se piensa, muchas veces, en educar a los chicos para ser libres, con la idea de que eso significa formarlos para ser felices.
Así vamos flexibilizando las exigencias, los límites, buscando niños más creativos y espontáneos. Y aparecieron cuadernos más desprolijos pero más diversos, escritos con más vuelo pero cargados de errores ortográficos y de sintaxis, chicos que tienen dificultades para resolver problemas porque en esa flexibilidad y búsqueda de creatividad , les resulta un esfuerzo PENSAR.
Suele preguntar ante una consigna que hay que hacer y es poco el esfuerzo que ponen para interpretarlo. Las aulas se llenan de experiencias pero pueden ser menos ordenadas (falta de hábitos) y esto impide la concentración.
Este planteo no sería una dificultad si esos niños no debieran luego enfrentar otros niveles de enseñanza, de estudios y posteriormente de trabajo.
Los especialistas en selección de personal suelen decir “es capaz pero le cuesta aceptar reglas”. Es probable que los buenos sean mejores que en el pasado pero la mayoría no resiste “encuadres”.
Así aparecen los fracasos, dificultades para enfrentar frustraciones, esfuerzos y sacrificios.
Una idea de la felicidad podría pasar por acercarse a lo que cada uno sueña ser pero esto requiere tener objetivos claros, responsabilidad, adaptación a las normas y sobre todo recordar que es importante hacer valer los derechos pero nunca podemos olvidar nuestros deberes.
Deberíamos encontrar un equilibrio en la formación para la libertad y para la felicidad.
Articulo extraído de TRIBUNA, escrito por Gustavo Yaies, especialista en educación